Un Androide Averiado



 LA DEFINICIÓN DE LA FAMILIA - ...El significado y la esencia de la estructura familiar estuvo a nada de difuminarse durante la Revolución Tecnológica del siglo XXII. Con una sociedad cada vez más ajetreada y con preocupación de llevar la vida hacia nuevos horizontes, la estructura tradicional de "Familia" se veía alterada, al ser los hijos educados no por sus padres, si no por los medios de comunicación y los asistentes roboticos (Androides) de primera generación. Tal era la popularidad de estos primeros asistentes, que se les dieron tareas que antaño desempeñaban las madres y padres; cuidar, alimentar y enseñar. Algunos expertos dicen que la humanidad hubiese cambiado a un punto fatal sin apenas percibirlo, de no ser por la postura del Consejal Tommas Donovan. El hombre, defendió el derecho de los niños a ser criados por un padre y madre humanos, quienes debían cumplir su labor sin transferirla a ningún asistente robotico. Donovan también habló incontables veces de los riesgos y las repercusiones de dejar a los niños crecer fuera de un ambiente humano. La insistencia y la revelación de múltiples incidentes relacionados concientizaron finalmente a la humanidad, devolviendole el significado y el valor a los lazos familiares.

El propio Donovan publicó junto a otros autores un libro detallado sobre el tema; "Historias de un androide averiado" en el que además de exponer lo ya planteado, lo ilustra con historias que presume reales sobre niños maltratados por los asistentes roboticos de principios de 21xx. A continuación se expone la más popular del libro, en el que el protagonista es él mismísimo Donovan narrando en tercera persona:


1.

Tommas entró al cuarto de su madre cuidando no hacer mucho ruido. La mujer se mantenía sentada sobre la cama, aún vestida con la ropa del trabajo, a pesar que hacia horas que había llegado. Atareada, sus diez dedos danzaban con delicadeza y velocidad sobre las pantallas holograficas que flotaban frente a ella, iluminando su rostro en un ligero azul celeste. Otra vez, demasiado trabajo como para dejarlo en la compañía. Tommas lo sabia, lo que no le molestaba, pues eso le permitía ocuparse de sus propios asuntos. Lo único que le molestaba era tener que acudir a su madre para que le firmase un permiso. ¿Que necesidad tenia de pedir un permiso si su progenitora bien podía monitorearle a toda hora con los sensores de la casa y la escuela? Incluso sabía que bien podrían mentirles y no existir tales sensores, los padres daban por hecho su seguridad, no es como si revisaran nada. Su madre advirtió su presencia y bajando las manos las pantallas se desvanecieron.

—Tommy, hola. ¿Vienes a despedirte e ir a dormir? —Dijo ella con una sonrisa cálida que al chico causó extrañeza e incomodidad.

—No me digas así. Soy Tommas, Tom si quieres, jamás de otra forma. —¡Tenía quince años, casi un joven adulto! No soportaba cuando su madre intentaba tratarle como a un niño, como si eso reparara sus ausencias y regresara el tiempo a cuando ansiaba verla.

Ella desvió la mirada, dándose cuenta de su error.

—¿En qué puedo ayudarte, Tommas?

—Este permiso; ¡Firmalo! —exigió el chico.

Por la mente de su madre pasó el deseo de reprenderlo, de hacer valer su autoridad, pero al recordar veces anteriores en los que aquello había sido inútil para ambos, sólo accedió y puso su firma con el dedo sobre la pantalla verde que hizo aparecer su hijo.

—¿A donde te llevarán?

—¿Que importa?

—A mi me importa.

Tommas entornó los ojos en blanco, frustrado, pero solo decidió hacer caso y evitar las molestias extras.

—A la nueva base que será lanzada a finales del año. La miraremos a detalle antes de que esté en órbita.

—Son vacaciones, ¿no prefieres quedarte aquí con tus hermanos?

—No, no quiero. Quiero ver esa estación y salir de este planeta y estar lejos de todos, como papá.

—Él no está en órbita por que lo quiera, Tommas...

—¿Cómo sabes eso? No hemos recibido mensajes suyos a pesar de que puede hacerlo.

—Es un hombre ocupado...

—Tu igual, mañana nos dejarás una semana. ¿Qué importa si yo hago lo mismo? No hay diferencia.


Ella se sorprendió un poco, Tommas había dejado de ser un niño sin ella percatarse de su crecimiento antes. Era un joven ahora, con sus propios pensamientos y convicciones. Ya no tenía ningún control sobre él y eso le dolía internamente. Por primera vez en años, recordó a su propia madre. Sabia que seguía viva, en las frías tierras inglesas, quizá pasando sus días libres tomando el té con otras mujeres de su edad. Suspiró con tristeza luego de que su hijo se marchara de su habitación. Caminó hacia el armario y lo abrió completamente, quedándose de frente mirando a lo que casi era su reflejo; un Androide. A.K.IA (Automatic kidcare intelligent assistant) era un androide chino de primera generación. Costoso, pero no el más nuevo en su clase. Una niñera capaz y confiable, diseñada específicamente para atender a niños pequeños y adoptar una convincente apariencia humana idéntica a la de su dueño. La mujer sonrió levemente, los años que Akia había pasado en el armario parecían no haberle afectado en lo más mínimo, lucia como ella misma, por que así había sido pedida a hacer. Solo que más joven y con un corte más anticuado, lucia joven e inocente, como si no pudiese matar ni una mosca, a pesar de su capacidad de poder soportar trecientos kilogramos de peso en caso de requerirlo con fines de seguridad humana.


La pantalla de ajustes se desplegó y el androide abrió los ojos.

—Buenas noches Señora Donovan. Es un placer verla nuevamente.

—Igualmente, Akia.

—¿Necesita que cuide del pequeño Tommy esta noche?

—Oh, borra esos ajustes querida, tenemos que agregar nuevos niños a tu cuidado.

—Entendido.

—Sara tiene 3 años, por favor tratala bien, haz que se sienta la mayor, necesita más confianza. Jimmy tiene dos años, está aprendiendo a ir al baño, así que ten pendiente de sus señales. Eso seria todo, el resto lo sabes de sobra. Me iré siete días. Puedes enviarme notificaciones cuando lo veas necesario, o cuando Sara te lo pida, pero será mejor no sean muy frecuentes.

—Entendido. Ahora teclee en mi pantalla el numero de niños que cuidaré para finalizar los ajustes modificados.

La mujer en ese momento solo dio un vistazo a la pantalla y el sonido de una llamada de su intercomunicador cobró su atención. Con confianza presionó el botón con un gran y visible numero tres en lugar de presionar el número dos. Tres niños a su cuidado. TRES.

—Ajustes completos. ¿A qué hora empezaremos con los cuidados?

—Cinco de la mañana, quiero todo este listo, escanees a los niños y comiences su rutina desde las siete.

—¿Quiere personalizar la rutina de los niños a cuidar?

—No, establece por defecto las que tienes en tu archivo según las edades que te di.

—Entendido.


Se hizo más tarde y la mujer se fue, dejando los ajustes de seguridad de la casa solo abiertos un par de horas para que Tommas pudiese salir. Luego de eso la casa estaría cerrada una semana. Lo que le tranquilizaba, pues adentro sus hijos tendrían todo lo necesario y lo que no, bien podría ser pedido y llevado al materializador de materia de la casa.


Justo a las cinco de la mañana, Akia inició su rutina. Su inteligencia artificial era destacable a pesar de no ser la más actual de sus hermanas androides de otra clase. Examinó las habitaciones y dio con el paradero de los niños a su cuidado, escaneandolos. Encontró a Sara, a quien identificó como Jimmy y extrañamente a un Tommy que coincidía en ADN pero no en edad.


¿Había acaso algun error? No podía ser, la madre había introducido los nuevos datos de los dos nuevos niños y había configurado el cuidado de tres individuos. Tres individuos, sin ajustes ni cambios a los ya establecidos. Sus escaner detectaba que el chico tenía ahora quince años. ¿Alguna de las muchas AKIAs había cuidado a algún niño tan mayor? Buscó en su base de datos, había un informe de cuidados de una chica de doce años, incapacitada por un tiempo una AKIA estuvo a su cuidado. Esa AKIA tenia un certificado en su sistema, certificado que le acreditaba y premiaba por ser la Androide al cuidado del humano de mayor edad en sus estándares. Así que Akia estaba ahora ante la posibilidad de ser condecorada como la nueva AKIA cetificada con ese rango. Su programación le permitía sentirse feliz y justo en ese momento pudo sentirse feliz por su futuro logro.


Tommy tenia un año en los últimos ajustes registrados, aun no aprendía a usar el baño y su control de esfinteres era tan pobre, que no había aun planes para ello. Akia debía apresurarse si quería evitar una cama mojada. Tomó medidas de la cintura del chico y tomando de base los pañales que usaba en ese tiempo y las medidas de los pañales registrados para la chica de doce años pidió materializar un par de paquetes para Tommy. Vio actividad en sus piernas... La actividad motriz era casi nula en los niños de tan poca edad, así que con los químicos introducidos en su sistema, rápidamente inyectó en Tommy un compuesto capaz de limitar el uso de sus músculos al mínimo, algo no permanente ni dañino, solo para facilitar su cuidado con los ajustes programados.


Lo inevitable pasó al relajar los músculos de Tommy y su pijama empezó a mojarse, despertandole al mismo tiempo.

—¿Eh? ¿Qué sucede?

—Tranquilo, cariño. Mami está aquí para ti. Parece que haz tenido un accidente, déjame cambiarte.

—¡¿Que?! ¡No, Aléjate!

Sin parecer escucharlo y sin poder moverse Tommas presenció con terror como quien él creía era su madre lo tomaba en brazos y lo llevaba a la mesa de cambios de la habitación de su hermano menor. El chico apenas cabía en ella, con parte de sus piernas fuera. La Androide lo dejó en ella mientras iba a por sus pañales. El intentaba salir corriendo pero no podía moverse ni un poco, impotente, se dejó desvestir y poner en esos enormes y coloridos pañales que recordaba de algo.

—¿Qué haces? Debo irme... —Dijo el chico al punto de las lagrimas.

—Oh, ¿no te sientes mejor ahora mi bebé? ¡Aun tenemos mucho que hacer hoy!


2.

Tommas se sentía indefenso, con un enorme chupón en su boca, el cual le encajaba perfecto pues había sido diseñado al escanear el tamaño de su mandíbula, ahora ni siquiera podía quejarse. Había sido abandonado en un rincón de la sala, dentro del corralito infantil que pertenecía a su hermano de dos años. Incapaz de moverse más que levemente, le era imposible a sus piernas levantar su peso, como si estuviesen débiles o aun dormidas. Llevaba a un su camiseta que usaba para dormir, con el logo de la clásica banda Metalica, pero no podía evitar sentirse disminuido al ver el enorme y abultado pañal que llevaba debajo con aquel diseño de personajes infantiles sonrientes. Hubiera querido por lo menos tener sus pantalones devuelta, pero luego de que su "madre" se llevase los que había mojado, ya no le puso otros.


—¡Muy bien Jimmy! —Dijo Akia con un tono maternal aplaudiendo al pequeño niño de dos años mientras se levantaba del inodoro y subía sus pañales de entrenamiento. —¡Gran trabajo, pronto podrás estar fuera de los pañales como tu hermana Sara!


Sara estaba también en la sala, sentada en el sofá con el control del televisor y mientras Akia decía todo aquello miraba a su hermano Tommy con una sonrisa traviesa. Tommas sabia que se burlaba, Sara siempre había sido muy lista para su edad, había dejado por completo los pañales durante la primera semana de su segundo cumpleaños. Ante su madre actuaba con timidez, pero siempre aprovechaba los momentos a solas para humillar a Jimmy y ofenderle. Ahora la pequeña niña malévola disfrutaría humillando a su hermano mayor, una oportunidad que nunca hubiese esperado tener.


—Lindo bebé Tommy. —Dijo Sara dando palmaditas a la cabeza de Tommas mientras el la veia con odio en el corralito.


Akia llegó con Jimmy en brazos, caminando directo a los otros dos niños a su cuidado.

—Sara, cariño. Ayudame con la mesa, es hora de almorzar.

—Sí, mami. ¿Oye, qué hace Tommy de bebé?

—¿De qué hablas cariño? Tommy es el bebé de la casa, necesita más cuidados que tú y Jimmy.

Tommas miró a su madre con extrañesa y miedo. ¿A caso se había vuelto loca o era alguna clase de castigo?

—¡Un hermanito bebé! ¿Puedo ayudarte con él, mami?

—Sí cariño, tu eres la hermana mayor después de todo. Ayúdame a traer las sillas de comer de los niños.

Sara ayudó a Akia trayendo la silla alta de Jimmy, era una estructura grande y resistente, pero bastante ligera como para que Sara pudiese con ella sin problema. La Androide depositó en ella a Jimmy y lo aseguró con las bandas de velcro. Akia entonces fue a la sala de Materialización y trajo con sigo una versión aun más grande de la misma silla; la silla alta de Tommas, que acababa de ser creada por la maquina.


¡Esto debe ser una broma! Grito internamente el muchacho mientras su madre lo cargaba sin dificultad y lo amarraba como a su hermano menor a la silla. El asiento se veía rígido y duro, pero al estar en un pañal apenas y pudo notar eso.


Akia se puso a cocinar entonces; algo de verduras, hot cakes y leche caliente. Sirvió los hot cakes a Jimmy y Sara, cortándolos en trocitos y dándoles cubiertos especiales para niños. Tommas esperó lo mismo, pero se sorprendió al ver que le servia una pasta asquerosa de color verde, las verduras se habían transformado en ese puré asqueroso. Su madre retiró el chupete de su boca y no desperdició la oportunidad de quejarse:


—¡No, no, no! ¡Ya es suficiente! ¡No quiero seguir con esta broma!


Siguió gritando y maldiciendo mientras Akia acercaba con una cuchara la pastosa mezcla a su boca. Pero usando todas sus fuerzas movía su rostro en dirección opuesta para evitar que esa cosa entrara en su organismo.

—Puedo hacer que abra la boca si quieres mami. —Dijo Sara con dulzura.

—No, cariño. Tommy no tiene hambre, no hay que forzarlo, pero hay que hacer aprenda que hay que comer cuando se está en la silla. Lo dejaremos un rato ahí hasta que acceda a comer.

—¡Haz lo que quieras, no comeré! —Sentenció tajante, convencido de que nada lo haría cambiar.

Jimmy y Sara terminaron de comer, Akia bajó a Jimmy y los dejó ver televisión mientras ella seguía en la cocina lavando los platos. Tommas por su parte seguía enojado, ignorando a su madre e intentando pensar en como librarse de todo lo que acontecía antes de que fueran las diez y su transporte a la estación se fuese. De pronto, lo más inesperado le pasó: unas repentinas ganas de ir al baño que lo estremecieron. No hubiese sido gran cosa estar mojado otra vez, pero esto era mucho más grave. Mucho, mucho más. Sus intestinos se estrujaron y una punzada de dolor le llegó, intentando contener aquello con la poca fuerza muscular que le quedaba.


—¡Mamá, debo ir al baño!

—¿Eh? Ahora no es el momento, Tommy, aun debes comer tu puré. ¿Tienes hambre ahora?

—¡No comeré esa mierda! ¡Por favor, mamá!

—Entonces sigamos esperando a que tengas hambre. —Dijo Akia con una sonrisa y volviendo a los trastes sucios.

—¡Mamá no puedo aguantar... más.


Lo inevitable, lo incomodo, lo horrendo. Todo su intestino empezó a liberarse junto a un horrendo olor. Sintió como todo aquello comenzaba a expandirse en el pañal y quedaba ahí, tuvo que levantase un poco para poder sacarlo todo. Se sentía aliviado, pero al mismo tiempo horrorizado, perturbado y completamente humillado. Un chico de quince años defecando en un pañal. Quería llorar y comenzó a llorar. Pequeños sollozos casi inaudibles y lagrimas en sus ojos.


—¡Iug, que azco! ¿Ese a sido Tommy? —Preguntó Sara acercándose con la mano apretando su nariz.

—Eso parece, a veces los bebés deben hacer espacio para comer, cariño. ¿Estás listo para el puré, Tommy?

—Sí, sí. —Dijo derrotado, abriendo la boca aun con lagrimas en los ojos.


Akia terminó de alimentarlo a cucharadas. Le dio un biberón lleno de leche que le indicó debía tomar completo y sacándolo de la silla, lo llevó a la mesa de cambio. La androide abrió el pañal, liberando un olor aun más fuerte que el de antes, donde Tommas también podía ver con pena el desastre. Su madre sin embargo no hizo ningún gesto de asco o desagrado, solo se dedicó a limpiar, con maestría y rapidez, colocando a Tommas en un nuevo y fresco pañal mientras el seguía bebiendo su leche.


Se dieron las diez de la mañana, la puerta de la casa se bloqueó y toda oportunidad de Tommas de escapar, se esfumó.


3.

Tommas contaba los días, pero aun así se sentía algo perdido. Quizá era viernes o quizá era jueves. Ya no importaba realmente. Inevitablemente se había convertido en el bebé de la casa. Se haba despertado hacia un par de horas, su pañal estaba lleno y era difícil moverse con él, su cama había sido remplazada por una cuna gigantesca, y tanto su ropa como todo en su habitación tenia ahora colores vivos y motivos infantiles. Ya había recobrado el control de sus extremidades, la fuerza de sus músculos, pero eso no importaba. Por mas fuerte que intentara, los pañales tenían una cinta de seguridad que solo era removida por las huellas dactilares de su madre o quien estuviera registrado para cambiarlo (incluyendo a Sara). Las puertas estaban cerradas, y aunque supiera el código de acceso, le preocupaba que su madre fuese mas drástica. Se había vuelto completamente loca y no sabia que tan mal podría ponerse todo.


Akia entró a la habitación, como siempre a las ocho de la mañana. Vio a Tommy de rodillas y tomando con sus manos las barandas de su cuna.

—Parece que alguien está ansioso por empezar el día.

El chico no dijo nada, Akia puso su chupete en su boca y cargándolo lo llevó a la mesa de cambios. Sara, la niña de tres años, no tardó en llegar mientras cambiaban a Tommy.

—Oye Mami, ¿por qué la popo de Tommy es como puré?

—Ohh, eso es por que los bebés no comen sólidos cariño. Así son mas fáciles de cambiar.

Eso era en parte cierto, desde que la locura había comenzado, Tommas no había consumido nada solido. Ya ni siquiera podía notar cuando tenia ganas de defecar, solo tardaba unos quince minutos después de comer para llenar su pañal por completo. Era muy difícil retener algo que no era solido, como antes de que su mamá se hubiera vuelto loca.


La androide terminó el humillante cambio del chico y lo devolvió al corral, donde pasaría el día justo como el anterior. Fue en ese momento que la mente de Tommas le concedió una posible vía de escape: La rutina. No podía hacer mucho en el corral, más que ver los dibujos animados infantiles y la rutina de Akia de un lado a otro.


Ella había hecho lo mismo los días pasados, era totalmente puntual; Levantaba a Sara primero, luego de vestirle iba con Tommas, le cambiaba el pañal y lo dejaba en corralito mientras iba por Jimmy y lo llevaba al baño para su entrenamiento en la bacinica. Si todo salia bien, el chico tendría aproximadamente veinte minutos antes de que Akia volviera para hacer de almorzar a sus hermanos y a el.


Tan pronto Akia cerró la puerta del baño tras de si, para la privacidad de Jimmy (Aunque eso era injusto tomando en cuenta que no había privacidad en los cambios de pañal de Tommy), Tommas se apresuró a salir del corralito. Le era algo difícil caminar con el enorme pañal y su pijama ajustada, así que sin más remedio se puso a gatear, cuidado de no hacer mucho ruido, lo cual ya era bastante complicado con un ruidoso pañal en su trasero. Finalmente llegó al cuarto materializador, el cual no era más que la maquina que estaba en cualquier casa; capaz de crear cualquier cosa que estuviera o fuera añadida a su base de datos.


Thomas recordó que había ayudado obligatoriamente a su madre a poner el código de seguridad de la casa, quizá no lo había cambiado, pero por seguridad y para mantener distraída a su madre mientras escapaba, decidió materializar un control desprogramador, con lo que podía cambiar la contraseña de seguridad, el tiempo suficiente para que su madre no lo atrapara y pudiese pedir ayuda. El artefacto no tardó en imprimirse, era pequeño y plano, como un celular antiguo. La puerta del materializador se abrió y Tommas no pudo más que voltear con cara de espanto.

Era Sara, quien lo veia confundida y con una sonrisa malisiosa.

—¡No Sara, no por favor! -alcanzó a suplicar Tommy entre sollozos.

—¡Mami, el bebé salió de su corralito!

No acabó de gritar Sara cuando la puerta del baño se había abierto y se escuchaban las decididas pisadas de Akia acercándose, no quedaba tiempo y Tommas tecleó tan rapido como pudo. Se sentía tan ansioso que sin poder hacer nada un calor húmedo se esparció por la parte delantera de su pañal. (Todos sabemos que en ese momento se orinó encima tal cual bebé, pero no lo diremos así por respeto a la situación).

—¡Tommy! ¿Qué es lo que haces? Un bebé no debería...

—¡Seguridad! ¡Intruso detectado! -apuntó Tommas con su dedo hacia su madre, como si la estuviese regañando.

Tan pronto dijo eso, los sistemas de seguridad de la casa se pusieron en acción para proteger a quien reconocían ahora como el dueño de la casa. Unos brazos largos y mecánicos aparecieron de entre las paredes, inmovilizando a Akia.

—¡Tommy, esto es inaceptable!

—Seguridad, notifica a la policía y abre la puerta principal.

Quizá se había pasado con lo de inmovilizar a su madre, pero la situación lo ameritaba. Aun con miedo empezó a quitarse la pijama mientras su madre lo veía con furia, intentando safarse de los brazos mecánicos.

—Lo siento mamá, no me dejaste otra forma.

—Ni tu a mi jovencito... tendré que reprenderte.

Los ojos de Akia brillaron en un rojo mortal, que asustó mucho más al chico y le dio darse cuenta finalmente que aquella no era su madre. Akia tomó uno de los brazos mecánicos y con un poco de su fuerza lo desprendió de la pared. Sin más que hacer Tommas corrió a la entrada de la casa en tan solo un pañal. Atravesó la puerta y ordenó a la seguridad cerrarla tras de si. La puerta se bloqueó frente a Akia, pero ya nada la detendría, ni siquiera una puerta de seguridad de clase tres.


Los Androide Niñera era bastante fuertes en sus primeras versiones. No solo para hacer gran variedad de tareas sin dificultad, si no también labores de seguridad de los usuarios. Debían ser capaces de cuidar a niños en situaciones de peligro; choques de auto, incendios, secuestros y otras amenazas. Las ultimas versiones de Androides Niñeras no tenían más fuerza que un humano, justo para evitar situaciones como estás...


Akia atravesó la pared de frente, destrozándola por completo. El metal de la puerta rasgó su ropa y parte de su piel sintética. Tommas se sentía vulnerable y atrapado, extrañaba a su verdadera madre, quien nunca le hubiera hecho eso. Corrió tanto como pudo, bajando por las escaleras mientras aquel moustruo mecanico seguía tras él.

Pero algo de lo que Tommas se daría cuenta luego es que es demasiado complicado correr con un pañal, más si este está lleno. Akia no tardó en acorralarlo, asustado en una esquina, un pobre chico de quince años llorando en tan solo un pañal sucio.


—Se acabó bebé. Volvamos a casa, tienes que enfrentar un castigo...

La Androide no pudo acabar cuando recibió un fuerte choque eléctrico desde la espalda. Una mujer con una pistola eléctrica había inmovilizado al androide.

—¡Deja a mi hijo en paz!

—¡Mamá, mami eres tú!

Tommas saltó de gusto a los brazos de su madre, no pensó nunca que le diera tanto gusto verla.

—¡Disculpame Tommas! Vine tan rapido como pude, no te vi en las grabaciones de la escuela y Akia me mandó esas imágenes de cuando te cambiaba. ¡No sé como a ocurrido eso!

—No importa mami, ya estás aquí...

Tommas no podía dejar de llorar. El miedo de seguir todo eso y de ver la ferocidad de la androide había hecho más de un estrago en el interior de su pañal. Estaba aliviado de que su madre realmente no había enloquecido y que todo había sido un terrible error.

La madre llamó a las autoridades correspondientes y volvió con sus hijos. Cabe destacar que la compañía que diseñó a Akia se encargó de encubrir los daños, pagó una compensación y terapia al chico más afectado de la familia. Lo cual realmente no hizo gran diferencia, más que en la actitud del propio Tommas. Ahora le gustaba convivir más con su madre, la real. Y dicen algunos registros poco certeros que aun usaba pañales de noche por las terribles pesadillas que le causaba el recuerdo de Akia y la incontinencia remanente que le dejó.


Donovan termina la narración de este relato con una explicación de que estás circunstancias le hicieron valorar el concepto de la familia tradicional. Aunque no hay antecedentes ni pruebas sobre si es un suceso real o ficticio, a finales de 21xx la popularidad de los Androides Niñera fue tan escasa que dejaron de producirse hasta llegar a ser obsoletos. La única prueba y quizá una leyenda urbana era un documento no terminado y redactado por una unidad "AKIA" que titulaba Cuidados a Bebé de 15 años.

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